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Channel: Macizo de Gorbeia
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Rumex aquitanicus

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Rumex aquitanicus es un endemismo del oeste de los Pirineos y las montañas del norte de la Península Ibérica. En Flora iberica solo se daba de las provincias de Asturias, Burgos, Cantabria, Huesca, León, Navarra y Soria. En Anthos se recoge una cita de La Rioja.
En el artículo "Notas corológicas sobre la flora vascular del País Vasco y aledaños (XII)", publicado en el año 2010 en el número 23 de la revista Estudios del Museo de Ciencias Naturales de Álava, sus autores dieron noticia de la única localidad conocida hasta ahora en Euskadi: dolinas de Arraba y base del monte Lekanda sobre Arraba, municipio de Zeanuri (Bizkaia). 
Allí tomé estas fotografías el 14 de junio de 2015, donde vive en el pie de cantil del monte Lekanda, en zonas ricas en nutrientes por los excrementos del ganado. Está incluida en el Catálogo Vasco de Especies Amenazadas en la categoría "Vulnerables".

Claves ilustradas de la Flora del País Vasco y territorios limítrofes

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Tengo guarda esta foto, que debe tener un 15 años. En ellas aparecen los autores principales de las "Claves ilustradas de la Flora del País Vasco y territorios limítrofes" (Iñaki Aizpuru, Carlos Asegiolaza, Pedro María Uribe-Echebarría, Pello Urrutia e Iñaki Zorrakin), así como varios de sus otros autores (Santiago Patino y Jabier Valencia) y colaboradores (Javier Elorza).
En esta fotografía he puesto los nombres de varios de ellos. Faltan algunos nombres y pido disculpas por ello. Yo soy el de la camisa de cuadros de la izquierda. Podéis verlas a mayor tamaño si pincháis sobre ellas.
El resultado del trabajo de esas personas y de varios autores más que no están en la fotografía es realmente sobresaliente desde todos los puntos de vista.

Paris quadrifolia en Atxuri

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Mi amigo Joserra Undagoitia descubrió y fotografió el 24 de mayo de 2014 esta población de Paris quadrifolia cerca del paso de Atxuri, municipio de Zeanuri (Bizkaia). Aunque en los últimos años se han buscado más poblaciones en el macizo, ya que está incluida en el Catálogo Vasco de Especies Amenazadas en la categoría de "Raras", actualmente solo se conocía la población de Paris quadrifolia de Aldamin.
Sin embargo, durante el trabajo de campo previo a la publicación en el año 1985 del "Catálogo florístico de Álava, Vizcaya y Guipúzcoa", además de la población de Aldamin, también se encontró otra en la cuadrícula UTM 1x1 km 30TWN2165, a 900 metros de altitud, donde otros botánicos y yo mismo la hemos buscado, sin lograr reencontrarla. En esta fotografía, Joserra Undagoitia fotografiando la población de Atxuri el 13 de junio de 2015.
Ese día contamos 56 plantas, aunque solo había florecido la de la fotografía. Se encuentra en el interior de una pequeña parcela de hayas (Fagus sylvatica) trasmochas entre grandes rocas calizas, en la cuadrícula UTM WN2065, a 790 metros de altitud.

Ononis fruticosa

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Ononis fruticosa durante el trabajo de campo previo a la publicación en el año 1985 del "Catálogo florístico de Álava, Vizcaya y Guipúzcoa" fue descubierta cerca de Gujuli, municipio de Urkabustaiz (Álava), en la cuadrícula WN0758, 600 m. Previamente ya se conocía de algunas localidades de la Rioja alavesa.
Su población relíctica se localiza en la ladera orientada al sur, cerca de la cascada de Gujuli, como es lógico tratándose de una especie mediterránea. De hecho, esta es la única población hallada en la vertiente cantábrica de la península Ibérica. El agua que cae por la cascada de Gujuli acaba en el río Altube, el principal afluente del río Nervión.
Se trata de un arbusto de aspecto almohadillado, de 0,5 a 1 metro de altura, del que destacan sus largos pedúnculos florales entre los meses de abril y julio. Está incluida en el Catálogo Vasco de Especies Amenazadas. Al principio, esta población fue catalogada como "rara", pero actualmente el conjunto de sus poblaciones vascas lo están como "de interés especial".
El 17 de junio de 2015 tomé estas fotografías. En esta se observa al fondo la cascada de Gujuli, normalmente sin agua en esta época del año.

Thelypteris palustris

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Thelypteris palustris es un helecho incluido en el Catálogo Vasco de Especies Amenazadas en la categoría "en peligro de extinción". Hasta hace poco solo se conocía en dos arroyos que vierten hacia el mar en el monte Jaizkibel, municipio de Hondarribia (Gipuzkoa), en las cuadrículas UTM WP9403 y WP9604, a una altitud de entre 20 y 50 metros. Allí viven en los lechos arenosos de bordes de arroyo. El matrimonio de botánicos franceses Pierre y Valentine Allorge la citaron de Lasarte-Andoain (Gipuzkoa), según su artículo "Plantes rares ou intéressantes du NW. de l´Espagne, principalement du Pays Basque", publicado en el año 1941 en el número 88 del Bulletin de la Societé botanique de France, donde no ha vuelto a ser localizada.
Este helecho es capaz de vivir en terrenos permanentemente encharcados, como sucede en la charca de Altube donde Pedro María Uribe-Echebarría la encontró el 2 de julio de 2009, según su artículo "Notas corológicas sobre la flora vascular del País Vasco y aledaños (XI)", publicado en el año 2010 en el número 23 de la revista Estudios del Museo de Ciencias Naturales de Álava.
Sus frondes tienen unos peciolos tan largos como la lámina, lo que les permite que la lámina permanezca fuera del agua en terrenos encharcados como los de la charca de Altube donde vive como parte de la vegetación palustre.
Actualmente esta y otras charcas de Altube están protegidas como "reserva" dentro del Parque Natural de Gorbeia. Tomé estas fotografías allí el 17 de junio de 2015.

Genista micrantha

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Genista micrantha es una mata pequeña con tallos sin espinas, muy delgados, postrados y ascendentes, de hasta 40 centímetros de longitud. Es endémica de las montañas del noroeste de la península Ibérica y tiene su límite nororiental en la vertiente alavesa del Macizo del Gorbeia.
Vive en praderas húmedas y brezales a una altitud de entre 1.000 y 1.600 metros, donde florece de finales de mayo a principios de agosto. Se conocen poblaciones en las cuatro provincias gallegas, Asturias, Cantabria, Zamora, León, Palencia, Burgos, La Rioja, Soria, Zaragoza y Álava.
El primero en citarla del Gorbeia fue Jean Michel Gandoger en el año 1917 en su "Catalogue des plantes recoltées en Espagne et en Portugal pendant mes voyages de 1894 à 1912". Hay otras citas antiguas, pero no han podido ser confirmadas. Posteriormente, en el año 1982, Pedro María Uribe-Echebarría y Juan A. Alejandre la citaron en su libro "Aproximación al catálogo florístico de Álava" como "rarísima, en brezales sobre areniscas de la zona septentrional", en el paraje de Basachi, a unos 1.100 metros de altitud. En el "Catálogo florístico de Álava, Vizcaya y Guipúzcoa", año 1985, la citaron únicamente de la cuadrícula UTM 1x1 km WN1664, 1.100 m. 
Se incluye en el Catálogo Vasco de Especies Amenazadas en la categoría de "vulnerables". Donde vive Genista micrantha, áreas deforestadas, también aparecen unas duras competidoras: las argomas (Ulex spp.). Hemos podido comprobar que aparecen poblaciones dispersas en pastizales y bordes de pastizales en el cordal que desde el pueblo de Zarate asciende hacia el monte Gorbeia, a una altitud de entre 700 y 1.100 metros, dentro de los municipios alaveses de Zuia y Zigoitia. Algunas de las poblaciones que se encuentran a menor altitud quedan fuera del Parque Natural de Gorbeia.
Cabe pensar que el uso ganadero de los lugares donde se encuentra podría ser perjudicial si el pastoreo fuera muy intenso. Tomé estas fotografías, dentro y fuera de los límites del Parque Natural, cerca de Zarate, municipio de Zuia (Álava) el 17 de junio de 2015.

Galium odoratum

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Galium odoratum se distingue de otras especies de su género por sus tallos lisos, sus verticilos de hojas grandes y sus frutos cubiertos de pelos uncinados, es decir, terminados en ganchitos, que ayudan a su dispersión enganchados al pelo o las plumas de animales. Del Macizo del Gorbeia existía una cita antigua de Jean Michel Gandoger, publicada en 1917 en su "Catalogue des plantes recoltées en Espagne et en Portugal pendant mes voyages de 1894 a 1912", la única cita de Bizkaia, tras comprobar que el pliego de herbario atribuido a esta especie, correspondiente a una cita de Emilio Guinea en Bakio, fue un error de identificación. El 16 de mayo de 2005 mis amigos Jabier Valencia y Santi Patino la herborizaron en Pagomakurre, municipio de Areatza, en la cuadrícula UTM 1x1 km 30TWN1769, 975 m, en hayedo sobre calizas, según lo publicado en el año 2010 en el artículo "Notas corológicas sobre la flora vascular del País Vasco y aledaños (XII)" en el volumen 23 en la revista Estudios del Museo de Ciencias Naturales de Álava.
El 13 de junio de 2015, guiado por mi amigo Joserra Undagoitia, descubrimos y fotografiamos esta densa población en una parcela de unas 7 hectáreas de viejas hayas trasmochas entre grandes bloques calizos, cerca del paso de Atxuri, municipio de Zeanuri (Bizkaia), en la cuadrícula WN2065, a 790 metros de altitud.

Dactylorhiza fuchsii

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Dactylorhiza fuchsii no se citó en el "Catálogo florístico de Álava, Vizcaya y Guipúzcoa", publicado en el año 1985. Desde entonces la taxonomía de las orquídeas ha evolucionado muy deprisa. Entre las especies aceptadas por todos los especialistas se encuentra esta orquídea, que se distingue de su congénere Dactylorhiza maculata, común en el Macizo del Gorbeia, por su labelo profundamente trilobulado, con el lóbulo medio más largo que los laterales y escotaduras agudas.
Carlos Hermosilla y Jesús Sabando en su artículo "Nota sobre Orquídeas", publicado en el año 1993 en el volumen 8 de la revista Estudios del Museo de Ciencias Naturales de Álava citaron la especie por primera vez del País Vasco, dando varias localidades de Álava y una de Bizkaia: "Gorbea, WN16, 15-VI-76, (VIT 526/76)", aunque es ese mismo pliego de herbario el que sirve para citarla del Gorbea alavés. Tomé estas fotografías el 13 de junio de 2015, junto a mi amigo Joserra Undagoitia, quien me hizo ver que se trataba de esta especie y no de Dactylorhiza maculata, cerca del paso de Atxuri, municipio de Zeanuri (Bizkaia). La vimos en varios puntos entre los 700 y 900 metros de altitud, dentro de la cuadrícula UTM 1x1 Km 30TWN2065.

Los menhires de Gorbeia

Los menhires de Gorbeia, ruta del 4 de julio de 2015

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Con la organización del Parketxe del Parque Natural de Gorbeia de Areatza, el 4 de julio de 2015 hicimos 21 personas una ruta para ver y conocer 5 menhires y 3 dólmenes. De los menhires aún falta por hacer la excavación arqueológica que certifique su autenticidad en tres de ellos. Quedamos en la plaza de Orozko a las 8:30 horas de la mañana, de donde subimos en coche al pueblo de Zendegi, municipio de Orozko (Bizkaia), que se encuentra a 400 metros de altitud. Aquí comenzó una larga marcha de unos 18 kilómetros y un ascenso hasta los 1.006 metros de altitud del monte Kolometa y una cota máxima de unos 1.080 metros (el punto donde se localiza el menhir de Egilleor). La ascensión hasta los 800 metros de altitud desde Zendegi hasta la localización del menhir de Larraluze en un recorrido de 2.500 metros, requirió casi una hora de subida. 900 metros más, un poco cuesta abajo y llegamos al menhir de Kurtzegan, donde uno de los excursionistas tomó esta fotografía.
Luego seguimos la pista que lleva hasta Araneko Harri. Antes nos desviamos para visitar el menhir de Egilleor, a 2.900 metros del menhir de Kurtzegan y en el punto más alto de la ruta. Muy cerca se encuentra el dolmen de Ubizieta, también llamado G 1, como aparece nombrado en la declaración del año 2008 de Bien Cultural Calificado, con la categoría de Conjunto Monumental de Gobierno Vasco, y las bordas pastoriles de Ubixeta. Al regreso nos encontramos con José Ereño en Zendegi, donde vive, el último pastor que hizo quesos en las bordas pastoriles de Ubixeta. Ahora tiene 80 años y una rodilla con artrosis, según nos dijo. En el año 2010 aún había 4 pastores que pasaron el verano en tres majadas pastoriles de Orozko. Ya no queda ninguno que pase el verano en las bordas. Después de recorrer unos 1.100 metros llegamos a Araneko Harria, tras descender hasta los 1.008 metros. Aquí tomamos unos senderos hechos por el paso del ganado, que aproximadamente, sobre la curva de nivel, nos conducen primero, tras unos 1.000 metros, hasta el menhir de Usengatzu y, junto a él, el menhir de Usegatzu. Otros 1.000 metros y llegamos hasta el menhir de Pagozarreta, que se encuentra en el municipio de Zuia (Araba), a 30 metros del límite con Orozko (Bizkaia) y, finalmente, el dolmen de Pagozarreta. Pinchad en la imagen para verla más grande.
En la fotografía, las 16 personas que finalmente llegamos hasta el menhir de Pagozarreta el 4 de julio de 2015. Todavía nos faltaba la vuelta. Al final, nos pasamos buena parte del día andando y los últimos no llegamos a los coches hasta las 6 de la tarde. Afortunadamente, no hizo tanto calor como el día anterior. Aún así, tengo la piel bastante quemada porque no me eché crema protectora. Lo mejor del día, los excursionistas.

Nigritella gabasiana en Aldamin, 17 años más tarde

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Nigritella gabasiana cuenta con unos pocos ejemplares en la cara norte del monte Aldamin, municipio de Zeanuri (Bizkaia) dentro del Macizo del Gorbeia y Bizkaia. El 13 de julio de 2015, 17 años más tarde, he conseguido ver y fotografiar allí un único ejemplar. En el año 2011 investigadores de la Universidad del País vasco lograron localizar 11 ejemplares y otros tantos en 2012. Perviven en lugares inaccesibles al diente del ganado.
En el punto medio de esta fotografía se encontraba este ejemplar. Se refugia en repisas colgadas. En un hábitat muy distinto de los prados supraforestales donde se la encuentra en Pirineos.

Ophioglossum vulgatum en Iondegorta

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Mi amigo Joserra Undagoitia el 13 de junio de 2015 me mostró una gran población de Ophioglossum vulgatum que ha descubierto en los alrededores de la presa de Iondegorta, municipio de Zeanuri (Bizkaia). Con su buena vista fue localizando individuos hasta superar el centenar de ejemplares. El segmento estéril se parecía bastante a las hojas de Plantago major, común en la zona. Sin embargo, el segmento fértil destacaba mucho en cada ejemplar.
A diferencia de la otra población conocida del Macizo del Gorbeia, en Igiriñao, los ejemplares alcanzan el tamaño habitual en la especie. Parece que vive sobre los suelos muy húmedos de manera permanente debido a filtraciones que se producen en la cubeta de la presa de Iondegorta.

Alimoche común, nido con pollo en Itzina

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Pollo grande de Alimoche común (Neophron percnopterus) en el nido del Macizo de Itzina, municipio de Orozko (Bizkaia). El 19 de julio de 2015 mis amigos Iñigo Zuberogoitia, Iñaki Castillo y Cristina Cinos tras un largo y peligroso acercamiento a través de la parte más abrupta de Itzina, consiguieron llegar al nido tras descolgarse guiados por su larga experiencia en estas labores. Lo anillaron ese día y allí seguía el 1 de agosto.
Si algunas parejas tienes nidos a los que se puede acceder mediante un simple paseo, este requirió 8 horas de duro trabajo para conseguir el objetivo de anillar el pollo de Itzina.
Pollo y adulto en el nido de Alimoche común el 1 de agosto de 2015.

Apium inundatum

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Apium inundatum dentro del País Vasco solo se encuentra en las charcas de Altube, municipio de Zuia (Álava), donde la descubrieron Iñaki Aizpuru, Pedro María Uribe-Echebarría y Pello Urrutia el 21 de julio de 1997, según el artículo "Contribuciones al conocimiento de la flora del País Vasco, II", publicado en la revista Munibe (Ciencias Naturales-Natur Zientziak)
Está incluida en la categoría de "Vulnerables" del Catálogo Vasco de Especies Amenazadas. Tomé estas fotografías en Altube, municipio de Zuia (Álava) el 1 de agosto de 2015. A pesar de buscarlas en plena época de floración, de junio a agosto, no encontré ninguna planta con flores.

Utricularia australis

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Utricularia australis está incluida en la categoría de "en peligro de extinción" dentro del Catálogo Vasco de Especies Amezadas. Es una planta subacuática, de la que solo sus flores emergen los meses de junio y julio. Para conocer algo de su biología, podéis leer lo que escribí en la entrada que dediqué a Utricularia australis en mi blog de Sierra Sálvada. Tomé esta fotografía el 1 de agosto de 2015, fecha en la que no encontré ninguna planta florecida en las charcas de Altube, municipio de Zuia (Álava). En la cercana charca de Uzkiano, municipio de Amurrio, la fotografié en plena floración el 26 de julio de 2012.
Por si se hubiese retrasado la floración, volví el 2 de septiembre de 2015, cuando tomé esta fotografía, pero no encontré ningún indicio de que alguna planta hubiese florecido a lo largo del mes de agosto. 

Flora vascular catalogada como amenazada del Parque Natural de Gorbeia

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Apatura ilia en Orozko

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Apatura ilia vuela desde principios de julio a principios de septiembre en una única generación anual en los bosques de ribera, muchas veces pasando desapercibida porque vuela alto, alrededor de las copas de los árboles. Las hembras ponen los huevos de uno en uno sobre el haz de las hojas de chopos (Populus spp.), aliso (Alnus glutinosa) y sauces (Salix spp.).
Este ejemplar fue localizado en la cuadrícula UTM 10x10 Km 30TWN07 el 11 de septiembre de 2015, de la que no se conocía, según nuestro artículo "Cinco nuevos ropalóceros para la provincia de Vizcaya y algunos registros de interés para Euskadi (Lepidoptera: Papilionoides)", publicado en el número 45 del Boletín de la Sociedad Entomológica Aragonesa
Además, se trata del tercer registro en Bizkaia, tras el producido en Abanto-Zierbena, donde José Ramos Gómez fotografió un ejemplar el 31 de agosto de 2014 y el segundo, del que dimos noticia en mi blog de Sierra Sálvada recientemente en la entrada "Apatura ilia en Orduña".

El Lince eurosiático vivió hasta hace 400 años en la Península Ibérica

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Ricardo Rodríguez-Varela, Nuria García, Carlos Nores, Diego Álvarez-Lao, Ross Barnett, Juan Luis Arsuaga y Cristina Valdiosera publicaron el artículo "Ancient DNA reveals past existence of Eurasian lynx in Spain" en la revista Journal of Zoology en septiembre de 2015, donde identificaron genéticamente los restos de 8 ejemplares de lince euroasiático (Lynx lynx) hallados en el norte de la península Ibérica, donde sustituyó al lince ibérico (Lynx pardinus) en la transición del Pleistoceno al Holoceno.
Localidades donde se han identificado genéticamente restos de lince euroasiático (Lynx lynx) en el norte de la península Ibérica:

Navarra
  • Sima de Serpenteko 4 ejemplares. 3 datados: uno de hace  505-319 años, otro de hace 3.032-2.855 años y el tercero de hace 10.696-10.443 años.

Bizkaia
  • Sima de Pagolusieta, Macizo del Gorbeia. De hace 3.067-2.878 años.

Cantabria
  • Rascaño. De hace 12.082-11.753 años.

Asturias
  • Pozu´l Lince, Sierra del Sueve. De hace 4.829-4.581 años.
  • Cueva de los Cinchos, Peña Ubiña. De hace 1.864-1.639 años.
A la pregunta de si los linces vascos eran ibéricos, euroasiáticos o convivieron aquí, la respuesta es que convivieron. Durante un largo período solo había linces ibéricos, pero al final del Pleistoceno llegaron hasta el norte de la península Ibérica linces euroasiáticos, originados en Asia y que se expandieron a través de Europa, llegando al País Vasco al final de la Última Glaciación. Los restos más recientes de uno de los linces euroasiáticos de la Sima de Serpenteko (Navarra) confirma su presencia histórica hasta hace solo 400 años, cuando generaron diversos testimonios escritos que han llegado hasta nuestros días, de animales que pesaron mucho más que el peso actual de los linces ibéricos.

El origen de los vascos a la luz de los últimos descubrimientos

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Torsten Günther, Cristina Valdiosera, Helena Malmström, Irene Ureña, Ricardo Rodríguez Varela, Óddny Osk Sverrisdóttir, Evangelina A. Daskalaki, Pontus Skoglund, Thijessen Naidoo, Emma M. Svensson, José María Bermúdez de Castro, Eudald Carbonell, Michael Dunn, Jan Stora, Eneko Iriarte, Juan Luis Arsuaga, José Miguel Carretero, Anders Götherström y Mattias Jakobsson publicaron el artículo "Ancient genomes link early farmers from Atapuerca in Spain to modern-day Basques" en la revista Proceedings of the National Academy od Sciences en septiembre de 2015. El título puede traducirse como "Los genomas antiguos relacionan los primeros agricultores de Atapuerca con los vascos actuales". 
El apartado dedicado a resaltar la importancia de dicho artículo se puede traducir de la siguiente manera: "La transición de una estrategia vital de subsistencia de búsqueda de alimento a una sociedad agrícola sedentaria es la mayor innovación en la historia de la humanidad. En el pasado se ha dicho que algunos grupos actuales, especialmente los vascos, serían una población remanente con origen en el Paleolítico. El análisis del genoma de 8 individuos de la cueva de El Portalón, en Atapuerca, que formaron parte de los primeros agricultores europeos y que se mezclaron con los cazadores-recolectores locales en su camino a través de la península Ibérica, revela que su mayor parecido genético es con los vascos actuales, lo que sugiere que los vascos y el euskera pueden estar relacionados con la difusión de la agricultura a través de Europa."
Los autores señalan que "las consecuencias de la transición del Neolítico en Europa, uno de los cambios culturales más importantes de la prehistoria humana, es un tema de gran interés. Sin embargo, sigue sin resolverse su efecto sobre los humanos prehistóricos y actuales en la península Ibérica...El estudio del genoma de ocho humanos prehistóricos, que datan de entre 5.500 y 3.500 años antes del presente, recuperados en la cueva de El Portalón de la Sierra de Atapuerca, muestra que estos humanos proceden de los primeros agricultores que llegaron a Europa, lo que sugiere que la migración fue el modo dominante de transferencia de las prácticas agrícolas en Europa. Pero, a diferencia de los primeros agricultores de Europa central y del norte, los individuos del yacimiento arqueológico Calcolítico de El Portalón se mezclaron con las poblaciones locales de cazadores-recolectores a lo largo de dos milenios." 
Los individuos de El Portalón de Atapuerca mostraron la mayor afinidad genética con los vascos actuales, que durante mucho tiempo han sido considerados como una población, con origen en el Mesolítico, aislada lingüística y genéticamente. En cambio, el resto de los primeros agricultores europeos estudiados muestran mayor similitud genética con los sardos actuales, los habitantes de la isla de Cerdeña. Estos vínculos genéticos sugieren que los vascos y el euskera pueden estar relacionados con la difusión de la agricultura durante el Neolítico. Por otra parte, todos los grupos ibéricos actuales, excepto los vascos, muestran distintas mezclas con grupos humanos procedentes del Cáucaso/Asia Central y el norte de África, posiblemente relacionados con migraciones históricas, algunas de ellas bien conocidas.
Iñigo Olalde, Morten E. Allentoft, Federico Sánchez-Quinto, Gabriel Santpere, Charleston W. K. Chiang, Michael DeGiorgio, Javier Prado-Martinez, Juan Antonio Rodríguez, Simon Rasmussen, Javier Quilez, Óscar Ramírez, Urko M. Marigorta, Marcos Fernández-Callejo, María Encina Prada, Julio Manuel Vidal Encinas, Rasmus Nielsen, Mihai G. Netea, John Novembre, Richard A. Sturm, Pardis Sabeti, Tomàs Marquès-Bonet, Arcadi Navarro, Eske Willerslev y Carles Lalueza-Fox publicaron el artículo "Derived immune and ancestral pigmentation alleles in a 7,000-year-old Mesolithic European" en la revista Nature en enero de 2014.
Estos autores secuenciaron completamente el genoma de un hombre del Mesolítico de hace unos 7.000 años, descubierto en el yacimiento arqueológico leonés de La Braña-Arintero y, sorprendentemente, el color de la piel de este individuo era mucho más oscuro que el de los europeos actuales. Es posible que los humanos del Mesolítico y períodos anteriores de Europa fueran de piel oscura y que el color de piel de los europeos actuales tenga su origen en la llegada de los primeros agricultores desde Asia durante el Neolítico. En resumen, aquello de que los vascos tienen su origen en los humanos que pintaron y grabaron en las cuevas y abrigos durante el Paleolítico es erróneo. O eso de que los vascos siempre estuvieron aquí y que no vinieron de ningún sitio, también. Los vascos actuales proceden de una población de agricultores y ganaderos que llegó desde Asia hace unos 5.000 años, que se mezcló con los cazadores-recolectores que había previamente durante 2.000 años, permaneciendo luego notablemente aislados, sin mezclarse con otras poblaciones que llegaron posteriormente en tiempos históricos, como son los celtas, romanos, árabes y otros.

Mordeduras de víboras

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Víbora de Seoane (Vipera seoanei)

Como consecuencia de la mordedura de una víbora de Seoane (Vipera seoanei) que sufrió una joven en Dima (Bizkaia) el 24 de septiembre de 2015 justo en el momento de coger un "hongo", pudimos leer en los periódicos los titulares "Una joven de 33 años resulta herida en Dima por la picadura de una víbora" y "Herida una joven al ser atacada por una víbora en Dima". Hemos pedido a varios amigos que han sufrido mordeduras de víboras su testimonio. Cuatro de ellos nos han remitido estos interesantes relatos. El primero es del prestigioso herpetólogo Alberto Gosá, del Departamento de Herpetología de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, el segundo de una amigo que sufrió una mordedura de Víbora de Seoane en Gorliz (Bizkaia) en abril de 2014, el tercero, de mi viejo amigo José Alfredo Hernández Rodríguez, al que le mordió una Víbora hocicuda (Vipera latastei) en la sierra de la Culebra (Zamora) a mediados de los años 80 del siglo pasado, y el cuarto de mi amigo Aitor Galarza Ibarrondo.
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Víbora de Seoane (Vipera seoanei)

La noticia de la reciente mordedura de una víbora a una joven ha sido recogida en dos periódicos vizcaínos. Este tipo de noticias se produce, prácticamente, todos los años en el Cantábrico, por lo que el hecho en sí mismo y los términos en los que suele expresarse merecen la pena ser comentados en este blog, con el objetivo de contribuir a aclarar los numerosos prejuicios que circulan sobre estos animales y su relación con los humanos.

En primer lugar, hay que aclarar los propios términos en que la noticia que nos congrega fueron expresados, que, por otra parte son los habituales en estos medios. Así como los comentarios suscitados entre los lectores, la inmensa mayoría de los cuáles son disparatados y representativos del bajo nivel de conocimientos existente en la ciudadanía, ya sea de origen urbano como rural. En uno de los periódicos se dice textualmente que “una joven de 33 años resulta herida en Dima por la picadura de una víbora” (la negrita es mía), con una foto que lleva equivocado el pie, porque identifica a la especie con una víbora que no existe en el País Vasco. Dos términos llaman la atención en este titular periodístico. En primer lugar, que la joven resultó “herida”. Si realmente la autora fue una víbora ─extremo que en ningún momento queda aclarado en la nota del periódico─, hablar de herida resulta desproporcionado, puesto que el rastro de la mordedura de una víbora se reduce a uno o dos puntos minúsculos marcados sobre la piel, correspondientes a la entrada de los colmillos (o de uno de ellos, si solamente uno hubiera actuado). En segundo lugar, y más importante, es la habitual confusión entre “picadura” y “mordedura”. Las serpientes están provistas de dientes y/o colmillos (las víboras, de dos colmillos), y no tienen aparato picador o succionador, como el de tantos insectos. Por tanto, muerden; no pican.
Víbora de Seoane (Vipera seoanei)

En el segundo periódico se lee: “Herida una joven al ser atacada por una víbora en Dima” (de nuevo las negritas son mías). Vuelve a aparecer el término de “herida”, y surge el todavía más alarmista de “atacada”, pudiéndose interpretar, por la contundencia de la palabra, que la víbora se habría desplazado en “busca” de la persona para producirle un daño intencionadamente. Nada más lejos de la realidad: las víboras son animales depredadores cuya dieta se basa en el consumo de lagartijas (cuando son jóvenes) y roedores (cuando adultos). Su carácter es muy tímido y retraído, permaneciendo semiocultas entre los matorrales. Ante el potencial peligro de un depredador —porque ellas también son depredadas— optan por huir, y lo hacen además con movimientos relativamente torpes y poco veloces. Su propia anatomía —cuerpo corto y poco estilizado— y el hecho de estar provistas de un veneno lo suficientemente potente como para matar las pequeñas presas que consumen y producir daños en depredadores de mayor tamaño que ellas (entre los que se encuentran, y de manera preferente, los humanos), explican su comportamiento tranquilo. Su pequeño tamaño —la mayor parte de individuos adultos no sobrepasan los 50 cm de longitud— impide que el arco del movimiento por el que el animal produce la mordedura sea largo. Dicho de otra manera: para que una víbora muerda a un humano (o a una presa), éste tiene que estar muy próximo a ella, prácticamente en contacto. Esta situación se puede producir de dos maneras: o bien la persona circula por el lugar exacto donde se encuentra el animal, sin noticia de su presencia, produciendo en éste un sobresalto al que responde mordiendo en actitud defensiva, o bien la persona accede conscientemente al animal, con un objetivo determinado, y es mordido por éste, una vez más en respuesta defensiva. Recalco el comportamiento defensivo, para atenuar o llevar a sus justos términos esas palabras rotundas que se utilizan en este tipo de noticias, como las comentadas más arriba.

Para evitar, en la medida de lo posible, el primero de los casos, debemos saber que la víbora de Seoane —la especie que mordió a la mujer que origina la redacción de esta nota— es muy común en el Cantábrico, donde habita medios humanizados, en el entorno de los caseríos, muros de piedra, bordes de prados y de caminos rurales provistos de vegetación, zarzales o matorrales. También está presente en parques y jardines de pueblos y ciudades, habitados por ella desde mucho antes que el hábitat original fuera urbanizado. Ante un encuentro en estas circunstancias, que puede ser muy frecuente, deberíamos ser conscientes de que nos encontramos en lugares que pueden estar habitados por serpientes, incluidas las víboras, y actuar de una manera prudente y responsable, no introduciendo las manos descuidadamente en los matorrales y yendo provistos de un calzado adecuado. No sólo en primavera, cuando las víboras están más activas, porque les toca reproducirse, sino también en la primera parte del otoño, cuando, previamente a la invernada, pueden ser vistas activas con facilidad en días soleados. En el caso concreto de la mordedura en Dima no se explican las circunstancias del evento. Si la joven fue mordida en la mano por una supuesta víbora, qué acción ejecutaba con la mano y dónde la llevaba a cabo. Por otra parte, el mareo y el estado de seminconsciencia aludidos en la noticia, tampoco concuerdan con los síntomas derivados de una mordedura de víbora, que produce hemorragias en el torrente sanguíneo, y más bien serían consecuencia de un estado de ansiedad o miedo. Insisto, en el caso de que se trate de una mordedura de víbora.
Víbora de Seoane (Vipera seoanei) de morfo uniforme

En el segundo de los casos comentados la responsabilidad y la prudencia son también siempre aplicables y recomendables. Si un adulto accede conscientemente, el accidente debe juzgarse como responsabilidad suya. Si se trata de un niño, los responsables del mismo deberán encargarse de ponerle en antecedentes del potencial peligro, en los términos expresados arriba, en cuanto a las características de las víboras y de los lugares que habitan. Los accidentes también se producen entre los herpetólogos especialistas en estos animales, habiéndose producido defunciones entre los investigadores, con especies venenosas que no existen en la península Ibérica. En España se puede decir que actualmente las mordeduras de víboras autóctonas no producen mortalidad en humanos, y si algún caso pudiera haberse dado es debido a circunstancias excepcionales, relacionadas con la edad (niño, anciano) o el estado de salud de la persona mordida. Por tanto, se debe mandar un mensaje de tranquilidad ante un eventual caso de mordedura por cualquiera de las tres especies ibéricas de víbora. 

Ante una mordedura de víbora se debe guardar la calma, en la medida de las posibilidades, y teniendo en cuenta que no tienen por qué producirse situaciones de peligro real para la vida. El paciente deberá ser trasladado cuanto antes a un hospital, donde normalmente será mantenido en observación durante unos días, dependiendo de diversos factores. La herida debe mantenerse limpia, aplicándose hielo para bajar la inflamación, que suele ser aparatosa, y corticoides. No suele haber necesidad de utilizar el suero antiofídico, cuya aplicación requiere requisitos especiales. Tampoco debe abrirse nunca la herida, para producir sangrado que, por el contrario, lo que haría es facilitar la circulación del veneno por el torrente sanguíneo. Ni succionar la herida con los labios, para evitar el contacto del veneno con eventuales heridas o llagas en el paladar. Olvidémonos, en general, de los torniquetes, salvo en circunstancias muy especiales y siempre si hay personas capacitadas para aplicarlos correctamente. Y para contribuir en el mensaje de tranquilidad sólo me queda comentar que el que esto escribe, en el trascurso de un muestreo de reptiles en campo (sierra de Gorbea) fue mordido por una víbora de Seoane, hace ya treinta años. Tras un paso por el hospital de cinco días, con un tratamiento como el que se ha comentado basado en la observación, las secuelas intelectuales producidas sólo han sido capaces de ser reconocidas por los que mejor me conocen. En nuestro departamento de Herpetología de la Sociedad de Ciencias Aranzadi nos ha tocado asesorar a los médicos de Urgencias en diversas ocasiones, pudiendo comprobar que se sigue manteniendo a los pacientes en observación durante unos días, antes de darles el alta.

Alberto Gosá
Departamento de Herpetología de la Sociedad de Ciencias Aranzadi.
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Víbora áspid (Vipera aspis)

En cuanto al momento de la mordedura: Todos llevamos dentro de la cabeza las películas del Oeste y, pese a que en conversaciones anteriores acerca del tema ya me habían advertido claramente que no hay que chupar la herida, sin pensar es lo primero que hice. No tuvo ninguna consecuencia, pero la mucosa oral es una vía directa para asimilar el veneno, así que tengo que insistir en que no hay que hacerlo pese a mi torpeza.

Tarda un poco en reaccionar, por lo que no hay que pensar que no va a pasar nada y hay que llamar siempre inmediatamente a la ambulancia. Si luego no es nada, mejor. Ya daremos explicaciones, pero siempre hay que prever una reacción adversa.

No sentí prácticamente nada al principio. Fue tan solo un arañazo muy muy leve en el meñique de la mano izquierda. Llamamos a la ambulancia porque un amigo al que llamé por teléfono me dijo que lo hiciera aunque aún no hubiera síntomas, por si luego pudiera sufrir una reacción. Eso hicimos. Como estábamos en el monte, bajamos al hospital de Gorliz, donde no nos atendieron porque no tienen urgencias. Tampoco sabían donde estaban ahora las urgencias y nos dijeron que llamáramos a una ambulancia. Allí esperamos. Tardó un poco. No tenían un protocolo claro para estos casos pero por zona me llevaron a un ambulatorio. No recuerdo la localidad. Tampoco se dieron mucha prisa. Ahí me pusieron corticoide por la inflamación que ya se podía notar. Hicieron sus papeles sin excesiva prisa, y me trasladaron en ambulancia a Cruces.
Víbora áspid (Vipera aspis)

En Cruces me atendieron genial, pero claro, ya habían pasado 2,5-3 horas y la mano estaba a tope. En resumen nos contaron que lo que se hace es dejar en observación. Si la cosa se pone muy muy mal (necrosis en este caso), se aplica el antiveneno. Solo en casos extremos, ya que puede producir una reacción adversa. Si la cosa se pone realmente mal, se aplican pequeños cortes para ayudar a drenar y parar la necrosis.

Nada de esto fue necesario en mi caso. Pese a la mínima cantidad de veneno (que más que decir que me inoculó, yo diría casi que tan solo entró en contacto con la herida que produjo el colmillo), tras unas cuantas horas, la hinchazón era máxima en toda la mano, alcanzando la mitad del antebrazo. Para observar la evolución de la reacción me fueron dibujando con un rotulador el avance del edema. Me pusieron dos antitetánicas distintas, así como corticoides y antibiótico. Esto sí que parece ser un protocolo común a cualquier mordedura de animal.

Algo que es interesante y que se me ha pasado es que el médico más especializado solo me atendió para darme el alta. No le tocaría turno o lo que sea. Nos comentó que hay bastantes mordeduras todos los años, pero que el antiveneno no se ha usado nunca. De hecho, creo que nos dijo que solo tienen una dosis porque no es necesaria nunca. No se cuántas son "bastantes". También nos remarcó que la Seoane es la que tiene el veneno "menos potente". Ni te cuento.

En total estuve 24 horas en observación y me dieron el alta al ver que aquello se detuvo. Durante todas esas horas el tratamiento también se combinó con bastante hielo, que ayudaba bastante a paliar el dolor. También tengo que decir que no resultó muy doloroso. Simplemente el dolor lógico al moverse o rozar algo debido al edema. El color de la mano y del antebrazo no era bonito y, de hecho, de vuelta a casa comenzaron a aparecer tonos verdosos-amarillentos en el dorso y la palma de la mano, por el efecto necrosante del veneno. Aunque nos lo cuentan, es realmente increíble la potencia del veneno. Reitero que pienso que la cantidad con la que entré en contacto es mínima y la reacción no fue poca cosa. No quiero pensar la reacción del cuerpo ante una inoculación completa. Estuve con sensación algo rara en el dedo bastante tiempo, y aún lo noto algo raro tras casi dos años.

Amigo anónimo.
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Víbora hocicuda (Vipera latastei)

Antes que nada interesa saber que de aquella tenía sólo 16 años, es decir, que era un adolescente absolutamente inconsciente, lo que explicaría la flema y tranquilidad desconcertantes con las que asumí la situación. En algún momento llegué a considerar que la aventura podía terminar en “el otro barrio”, lamentándome de la desgracia que suponía marchar de este mundo siendo virgen todavía, pero lo cierto es que en ningún momento me tomé muy en serio tal posibilidad.

Fue a mediados de los años 80, en plena sierra de la Culebra, en Zamora. Sobre las circunstancias en que se produjo la mordedura, mejor no profundizar demasiado: tan sólo aclarar que la víbora (una Vipera latastei joven) no me atacó motu proprio sino que más bien podríamos decir que me inoculó en defensa propia...La verdad es que el entorno -el natural y sobre todo el social- no resultó el más favorable para una urgencia: el tren de vuelta a Zamora tardaba aún cuatro horas en llegar, no había ningún coche disponible en la pequeña aldea vecina a la estación, el médico al que le tocaba la guardia estaba pescando truchas, y el INSALUD, finalmente, envió una ambulancia a recogerme pero....a la estación de Zamora capital, a donde tardé otras dos horas más en llegar. Para entonces la hinchazón había avanzado lo suyo, subiendo desde el dedo meñique, donde me mordió, hasta el mismo hombro. Mi brazo parecía el de Popeye pero en vez de músculos de acero lo que tenía era un enorme edema: podía escribir mi nombre pasando un dedo por encima, aunque a los pocos segundos las letras desaparecían.
Víbora hocicuda (Vipera latastei)

Afortunadamente, no se me ocurrió practicar el consabido sistema de “cortar y succionar”. Lo único que hice fue colocarme el brazo en cabestrillo, con un pañuelo grande que me prestó alguien y prepararme un torniquete (no recuerdo con qué lo hice, quizá con los cordones de las botas). Todo esto (“cabestrillo y torniquete, sí”, “cortar y chupar, no”) creo que lo había leído en un artículo de la revista Quercus, a cuyo autor nunca dejaré de agradecer suficientemente el haberme evitado la aplicación de esas medidas tan desagradables que solían enseñar in illo tempore en los campamentos de instrucción paramilitar. Creo que también hice bien en rechazar el consejo de una señora que viajaba a mi lado en el tren y que me dijo que mantuviera el brazo en alto (se presentó como enfermera).

Cuando llegué a las urgencias del hospital ya estaba bastante mareado y recuerdo que vomité algo muy amargo (¿bilis?). La suerte, decididamente, no me acompañaba pues las únicas dosis de suero antiviperino disponibles estaban en la delegación provincial de Sanidad, cerrada a cal y canto por día festivo y las llaves no aparecían por parte alguna. Oí contar que el responsable de las mismas estaba en esos momentos saliendo en una procesión, no sé si sería cierto pero es la clase de cosas que pueden perfectamente ocurrir un Jueves Santo en la ciudad de Zamora. La cuestión es que tuvieron que traer el suero de Valladolid.

Calculo que entre el momento de la mordedura y la administración del bálsamo salvador no pasaron menos de 10 o 12 horas. Todavía pasé un par de días en la U.V.I., creo que más preocupado por la suerte de los otros pacientes que agonizaban a mi alrededor (o eso me parecía a mí) que por la mía propia, ya que era evidente que todo había quedado en susto. La única secuela fue la inflamación del brazo que, además, me había quedado completamente agarrotado: precisé de un mes de rehabilitación para recuperar su forma y movimiento. En el instituto fui la sensación durante un par de semanas aunque no tanto como para ligar a cuenta de ello. Por supuesto, mi fama de “raro” (aún no se estilaba el término “friki”) subió como la espuma.

José Alfredo Hernández Rodríguez
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Víbora hocicuda (Vipera latastei)


Era un día excepcionalmente caluroso. Paseando por la tarde con mi familia junto a la ribera de un río de Burgos vimos una culebra de apenas 20 cm en el borde del río. El hábitat y su pequeña talla (no tenía las gafas de ver de cerca) me llevó a pensar que se trataba de una culebra viperina, especie del todo inofensiva. Al intentar atraparla para mostrársela a mi hijo se revolvió rápidamente y me clavó los colmillos en el dedo índice, justo por encima de la uña.

Tras asegurarme de que se trataba de una víbora, nos trasladamos al centro de salud más cercano. Allí no tenían ni idea de cómo tratarme y se dedicaron a intentar sacar el veneno apretando en la herida, lo que me produjo bastante más dolor que la propia víbora. Después decidieron que tenía que ir al hospital en ambulancia. En la ambulancia únicamente iba el chófer, así que si me hubiera dado un infarto o algo parecido habría llegado palmera al hospital de Basurto. Afortunadamente no fue así.

Al llegar a Basurto tenía inflamación de los ganglios axilares y la piel de algunas partes del brazo estaba oscurecida. No tenía dolor pero notaba palpitaciones en el extremo del dedo índice, parecidas a cuando te das un golpe. Estas palpitaciones, de manera más suave, me duraron un par de semanas.

En el hospital decidieron no aplicarme ningún tratamiento por lo que únicamente me chequearon, manteníéndome en observación hasta la mañana siguiente.


Aitor Galarza Ibarrondo
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